Mantener en mente la imágen del mundoen que uno quiere vivir. La distancia, la sorpresa, la duda. Todo lo que uno sacrifica al entrar en los engranajes del tiempo del hombre. Entonces decido, comienzo a visualizar nuevos caminos, amigos por conocer, lugares donde extraviarme y encontrarme.
Comienzo a romper las cadenas de la mente y la imaginación. Las más fuertes.
Y no es tan complicado cuando ya uno lo ha hecho varias veces. Aún así es evidente que con el tiempo se vuelve más difícil. Esos saltos al vacío, esos desplantes. Como si uno fuera mas propenso a enraizarse, a vivir la vida del microondas, la academia del plástico y las redes de seguridad. Las pequeñas certezas cotidianas, antes despreciadas, se convierten en una rutina amable y reconfortante. Los días en su condición de ciclos repetidos y uno a salvo en la monotonía, feliz en la certeza de amanecer rodeado de esos objetos familiares que las personas recogen a lo largo del tiempo y las mudanzas. Pequeños salvavidas, mementos para no olvidar el pasado. Para creer que seguimos viviendo en el recuerdo de los objetos y de la gente.
Es mejor salir y volverse historia, recuerdo, futuro, desorden, sorpresa, miedo y alegría.