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La escena es la siguiente. Los cuatro que estamos sentados rodeando la mesa en este cuartucho africano tenemos miedo de salir a la calle. Los 
innumerables callejones que se entrecruzan en la medina de Fez tienen siglos desorientando a los viajeros. Después de haberme perdido tantas veces en este laberinto empedrado, disfruto pasar las tardes viendo el río interminable de hombres y animales que pasando por la Bab Boujeloud, la enorme Puerta Azúl, se adentran en sus retorcidas entrañas. Trepado sobre el tejado me siento a salvo y las plegarias nocturnas parecen rebotar en mil ecos por las paredes de la vieja ciudad y subir al cielo entre sus minaretes. Si necesito algo hay un chico llamado Abdúl que corre por el laberinto y trae lo que le pida.
A la mesa también se sientan Miles y Andy, dos australianos. Y Michael, de California. Nos acabamos de conocer en este hostel y nos une la misma sensación, entre miedo y flojera, que nos impide salir.
Abdúl se fue hace un par de horas dejándonos una buena provisión de tabaco, agua y para comer, una bolsa con frutas secas, nueces y dátiles.
La idea fue de Mike, creo. Yo nunca había jugado póker, o sea que no fue mía. Y a todos nos pareció buena. Una buena partida de póker entre desconocidos. Usaríamos las nueces y frutas como fichas: las castañas valían 1 Dirham, las nueces 5, los guindones 10 y los higos 20. Andy tenía unos M&Ms y como eran de colores y gringos les dimos un valor de 50, ese era el valor de la habitación cuádruple. Nos repartimos las fichas por igual y comenzamos la partida.
Ibamos jugando y pasando la diminuta pipa arabe hacia la derecha, cómo hacen los moros: la llenas, le formas un bonito bonete como una pequeñísima bola de helado, y cuando estaba lista,sin encenderla! se la dabas al de la derecha y le acercabas fuego. Muy elegante, una manera de demostrar respeto y amistad. Las cosas pronto comenzaron a torcerse. Tuvimos hambre, mucho hambre. La comida eran fichas y las fichas eran comida. Yo estaba ganando. Y seguí ganando. En algún momento, en un acto de soberbia me comí un higo. Era mío, lo había ganado. Eso no les gustó. En la siguiente mano yo tenía un par de sietes, una mano floja. Yo había aprendido a blufear y con el apoyo de tantas fichas (comida) subí la apuesta más y más. El último en salirse fue Mike, el californiano. Mike tenía un full de reinas, debió ganar. Yo me quedé con casi toda la comida (las fichas) más de 500 Dirhams, una bonita suma, y muerto de risa miré sus ojos aterrados y hambrientos y me tragué un puñado de nueces, dos dátiles y un M&M, gran error. No pude seguir comiendo, ni cobrar mi dinero al día siguiente. Mis enfebrecidos compañeros lanzaron un gruñido rabioso, se abalanzaron sobre mis fichas … y se las tragaron todas!!